miércoles, 14 de enero de 2009

Crónicas de un No-Muerto (III): El Vampiro y El Cazador



El Vampiro acudía al piso del Cazador de Vampiros una vez al mes. Siempre en Luna Llena. No había ningún motivo especial para hacerlo en esa fase lunar, pero sabía que su anfitrión gustaba de los detalles cuando éstos invitaban a lo esotérico. Siempre subía por el oxidado ascensor, con una botella de calvados bajo el brazo y una bandeja de pasteles de La Mallorquina.

El Vampiro y su anfitrión daban cuenta del licor y los dulces mientras veían películas clásicas de la Hammer en VHS. La velada continuaba escuchado vinilos con el jazz de Pierre Michelot. Charlaban entre el humo de los recuerdos y el hachís. Rememoraban viejas persecuciones, crucifijo en mano y con salpicaduras de agua bendita, hasta que comenzaban a hacer recuento de las veces que habían estado a punto de acabar el uno con el otro en distintos rincones de Europa, desde un idealizado París (donde adquirieron la costumbre del calvados y comenzó la persecución) hasta aquel restaurante del barrio judío de Cracovia en el que sellaron su armisticio.

El encuentro finalizaba cuando la conversación llegaba al presente. Las voces perdían intensidad, el silencio comenzaba a conquistar el espacio a las palabras. El Cazador de Vampiros le refería de intentos de sus sobrinos por internarlo en un asilo para quedarse con aquel chollo de piso viejo, cerca de la Gran Vía. El Vampiro le hablaba de los niñatos que llenaban la noche de navajas y botellazos, de la música hortera en los bares y de lo mucho que odiaba los politonos estúpidos de los móviles (especialmente si sonaban mientras se alimentaba). Entonces, callados y con la mirada perdida, comprendían el porqué de sus reuniones mensuales, que a la postre no era otro que el mismo motivo oculto por el que nunca habían llegado a exterminarse. Ante la soledad, únicamente la presencia constante e infalible del eterno antagonista dignificaba, colmaba de sentido, las noches de existencia. Hasta llegar al paradójico extremo en el que aquella relación entre depredador y presa era lo más parecido a la amistad que podían encontrar sobre la tierra.


Relato publicado originariamente en:

http://palabrasmicrobioticas.wordpress.com/2008/08/15/el-vampiro-iii-el-vampiro-y-la-soledad/

6 comentarios:

Javier Márquez Sánchez dijo...

Me ha encantado el relato... Pobrecitos ambos. Los nuevos tiempos no van con ellos... ¡Sé lo que es eso!

Ángel Vela dijo...

Saludos, Vito ;)

Pues como ya sabes soy un incondicional de esta historia. Y para mi guato esta es de las mejores entradas.

Por cierto, y por chinchar al resto, yo ya leí la cuarta entrega, (lo que es tener enchufe) jejejeje

Un abrazo, coleguilla. Nos leemos.

Y saludos a ti también, Javier ;)

weiss dijo...

Me encanta, Vito, una serie genial. Espero ansioso más entregas.

Rafael Ayerbe dijo...

Pues la verdad es que está bastante bien estas crónicas. Enhorabuena Vito. Esperando la 4ª entrega. Un saludo.

Morti dijo...

Magnífico, me ha encantado. FANTABULOSO y ESPELUZTACULAR

Manuel Mije dijo...

Estoy con los compañeros. Gran saga, Vito, y no sabría decirte cuál de los tres primeros capítulos me gusta más, todos tienen su punto. Sigue así.

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